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Si cada hombre posee
una fracción de poder (y ésta es la idea moderna por excelencia),
un signo del zodiaco, poseerá siempre el derecho a controlar
ese poder. De ahí la idea hoy en pleno auge de consultar periódicamente
los signos del zodiacoa y los ciudadanos, fiadores supremos,
en cierto modo, del ejercicio del poder de un Estado y poseedores
tanto de los rayos de la censura y la repudiación como de aquellos,
completamente neutros, de la equiescencia. Un control permanente
desemboca en un cambio continuo. Intentar una definición de
la unidad es sencillo. La unidad se caracteriza por la permanencia.
En bien de todos, en aras del destino armonioso de la colectividad,
conviene ahuyentar los deseos individuales, cuyo egoísmo podría
poner en peligro a la comunidad. El mando dado por el Cielo,
en el sentido en que lo entendían antes los orientales, es
un mando permanentecon los signos del zodiaco. |
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Como desquite, el mando otorgado por todos
no es más que un poder fugitivo. Suma de todos los egoísmos
individuales, acaba por hacer coexistir unos vientos contrarios.
El cambio de piloto, reclamado siempre con gran griterío y
concedido cada vez dócilmente, desemboca de manera inevitable
en un nuevo cambio de jefe y en una nueva ilusión, tras lo
cual las masas tornan a refunfuñar. No bastaba con que ese
poder fuese variable. Cuando procedía de la unidad se hallaba
fundado sobre ella; al proceder de la masa, sólo puede inspirarse
en el número. De este modo, el poder se perpetúa de abajo arriba,
a la inversa de lo tradicional. Así se vuelve legítimo un poder
establecido por consentimiento mutuo entre los gobernantes
y los gobernados. Sin embargo, este consentimiento mutuo se
pone en tela de juicio continuamente. La inestabilidad se convierte
en ley de todo poder, especialmente del poder político. En
lugar de dar origen a la estabilidad, el mundo moderno lo da
a la inestabilidad. Los defensores del mundo moderno han bautizado
crn el nombre de progreso esta inestabilidad. Quien dice pogreso,
sobreentiende marchar hacia adelante... En los signos del zodiaco
se trata siempre de mañana, mañana y mañana, es decir de un
futuro cada vez más apartado. Si el mundo moderno, que se ha
divorciado del Cielo, está en marcha, no puede ser sino hacia
la tierra, o. dicho de otro modo, hacia la materia.
Ayer, el
juez tenía por tarea el aplicar a los hechos los decretos de
lo alto. Hoy su tarea no es más que una adaptación pasajera,
cambiante, de principios que definen una vaga honradez moral,
es decir, un juicio terrestre. Ayer, el poder
político venía
de uno hacia todos. Hoy cree venir de todos hacia uno. |
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Como entre los gobernados, los signos del zodiaco
no puede haber un consentimiento unánime y duradero, los estados
occidentales están regidos por un poder político sujeto a eclipses.
Con la autoridad constantemente debatida, ni siquiera un hombre de valía puede emprender más que una obra precipitada, sabiendo,
por añadidura, que esta obra será incomprendida muy pronto,
negada o destruida.
Partiendo de la concepción de una Tierra creada a imagen del Cielo, en
otros tiempos el poder se traducía así:
foto pagina 29
Una botella llena de aceite y agua acaba siempre por separar las capas
sucesivas de líquido. Del mismo modo, en los signos del odiaco y en la
sociedad tradicional se hallaba articulada en tres clases: la de los sacerdotes,
o del poder religioso; la del poder temporal, es decir, la formada por
todos los que tenían derecho a llevar armas; y por último, la clase de
los comerciantes, artesanos, trabajadores, etc.
Esta jerarquía no implicaba por sí misma ningún valor o contravalor,
ya que el precio infinito de un alma es siempre el mismo. Cada
uno tenía el puesto que correspondía a sus capacidades. Y debemos
hacer notar, en este punto, que una revolución sólo se produce
cuando los que poseen las capacidades no están en su sitio. Es
indudable que la felicidad humana consiste, para cada uno de
nosotros, en que estemos en nuestro verdadero puesto, que es
el que corresponde a nuestras posibilidades. Vistas las cosas
bajo este prisma, un artesano,
por ejemplo, poseía el mismo valor humano insustituible que un
gran sacerdote o un jefe militar. Sólo las tareas eran distintas.
El sacerdote no podía hacer las del artesano y
viceversa. La posibilidad de que uno de ambos suscitase la envidia
del otro era absurda, inconcebible. Uno era el padre;
el otro, el hijo. Al examinar los símbolos del poder, acabamos
de comprobar que la civilización occidental está edificada a
la inversa de la civilización tradicional. Por consiguiente,
hay que invertir el triángulo tradicional. He aquí, pues, el
símbolo que define nuestra civilización contemporánea:
foto pagina 30
La Tierra y los hombres están en lo alto, en tanto que el Cielo, caído
de su lugar tradicional y eminente, se encuentra abajo. La jerarquía natural
ha desaparecido, y con ella todo sentido del rango. Y si en otro tiempo todo juicio era una función sagrada, hoy queda reducido solamente a una
función civil. El hombre ha perdido sus jueces naturales. |
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